
“Martín Tisera nació por primera vez un 14 de abril del 77. Hasta el día de hoy ha muerto y renacido al menos otras tres”. Así nos presenta Alejandro Altieri al autor en la contraportada de este libro. Martín ha escogido con acierto la mítica figura del vampiro para condensar las ideas y los estados anímicos que se desprenden de sus relatos y poemas.
Hay varias formar de entender el concepto de vampiro. Para unos puede ser el atractivo seductor novecentino que se sirve de su poder de fascinación para encandilar a las víctimas que suponen sus sustento. Martín ha preferido decantarse por su vertiente más melancólica, la de un ser noctámbulo y solitario que rumia su melancolía alejado de un mundo al que no pertenece, afligido por una existencia eterna sin visos de esperanza.
Martín no busca la sangre para saciar su sed, o mejor dicho, su inquietud. Sus versos acuden a las formas de la literatura de terror para reflejar la repulsa y el miedo ante las convenciones sociales y las máscaras que llevamos en nuestro día a día. La serenidad podría llegar a través de una hipotética amada, a la que invoca recurrentemente en algunas de sus líneas.
Derrámate en mí, la sed me lastima. Cuando el anhelo insomne te captura en mi mente devora el silencio cada rastro del mundo.
Los versos de Martín se nutren de la noche, cuando recupera las fuerzas consumidas durante el día que mutila nuestra esencia. Este libro recoge la crónica de estas resurreciones, cuando uno vuelve a su propio ser y viaja por su interior para dar respuesta a sus incógnitas.
El tiempo es otra constante en los poemas de Martín. Un ente despiadado que consume “la ínfima eternidad” de nuestra juventud. Son versos de huida, pero también de enfrentamiento, ante el mundo humano al que nos hemos visto obligados a pertenecer.
El libro se completa con unos pocos relatos en los que el autor aprovecha la prosa para seguir desnudando sus inquietudes vitales. Son textos próximos a la prosa poética, con una acción mínima en los que prevalece la introspección del narrador. Entre ellos se incluye, a mi entender, el mejor texto del libro: ‘La prisión’. En él, Martín deja claro que la evasión y la imaginación son mucho más poderosas que la realidad. Recoge, en cierto modo, la esencia del libro.
A continuación podéis leer uno de sus poemas, dedicado a Nuestra Señora de las Tinieblas:
"Joven susurro de la negra demencia,
cruel consejera de muertes indignas;
deshacen tus voces la recta creencia,
y en árido suelo conviertes la vida.
Entre tus párpados moran mil tempestades,
una orgía agitada de oscuros demonios;
a tu cetro obedecen estos siervos leales
y con júbilo alzan tu pérfido solio.
Convertida en nigromante te acercaste a mi vacío,
y poblaste con tus artes la nocturna sinfonía;
por erebos distantes erraba enloquecido,
hermético a los ecos que mi nombre repetían."
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