jueves, 14 de abril de 2011

Duendes y Hadas


La idea sobre la existencia de los duendes y hadas, es común en las más diversas culturas. Éstos, son seres que cuentan con el don de poseer cierta magia y poderes. Los duendes, específicamente, son seres elementales de la Naturaleza. Y aunque son difíciles de contactar, muchas personas aseguran haberse encontrado en algún momento de su vida cara a cara con ellos. Son típicos habitantes del continente europeo, aunque no faltan quienes afirmen que también existen en Sudamérica.


En cambio, cuando nos referimos a las hadas, quizás no sepamos explicar el significado preciso del término, pero sí todos entendemos a qué nos referimos. Y nos guste o no, y para bien en la mayoría de los casos y para mal en algunos, los duendes y hadas están en este mundo con nosotros.

Los duendes son seres de escasa y diminuta estatura; miden entre los treinta centímetros y un metro de altura. Su hábitat natural generalmente son los bosques, aunque algunos habitan en los jardines y los fondos de ciertas casas, propicias para ello. Ya que a estos simpáticos hombrecillos les agrada la compañía de los niños asi como a las hadas(por su pureza de corazón), para jugar con ellos. Son de buen carácter; estando por lo tanto casi siempre de buen humor. Aunque también existen duendes malvados, capaces de hacerle daño a los humanos, si éstos los enojan. Por ese motivo es conveniente evitar ofenderlos, por ejemplo: dudando de su existencia, de sus poderes o burlándose de su apariencia.


Quienes han tenido el privilegio, o quizás la virtud de verlos, cuentan que son de aspecto muy gracioso: con sus largas y blancas barbas, los anchos cinturones y zapatos con grandes hebillas y las ropas de muchos colores.
El don más preciado y destacable con que cuentan los duendes y hadas, son sus mágicos poderes, con la utilización de talismanes y varitas (hadas) como herramientas para realizar sus conjuros y hechizo.


Los duendes, en su mayoría, se dedican a la tarea de cuidar las plantas, los árboles y los demás elementos de la naturaleza. Las hadas, con sus gráciles alas que le permiten lucirse con gracia, viven entre las flores; siendo su morada preferida los lirios, las azucenas y las campanillas.
Al creer en la magia y su existencia, avivamos la hoguera de nuestra imaginación y fantasía; renovando incluso los votos de nuestras más íntimas esperanzas
Por fortuna, los duendes y hadas son generalmente seres de buen augurio y capaces de prestar ayuda; otorgándole favores a quienes sepan dónde, cuándo y de qué manera pedírselo.

sábado, 9 de abril de 2011

Las Tres Parejas Más Famosas del Medioevo



La Edad Media fue una época excéntrica, y el amor medieval todavía no hay quién lo entienda. Un buen ejemplo es el caso de las tres parejas más famosas del medioevo: Laura y Petrarca; Dante y Beatriz; Abelardo y Eloísa.

No se sabe quién fue Laura, ni siquiera se sabe si realmente existió. ya estaba casada cuando Petrarca la conoció.

"Beatriz", proveniente del vocablo latino "beata", también es un símbolo: identifica a la salvación cristiana. Dante vio por primera vez a Beatriz Portinari cuando ambos tenían nueve años. Desde ese día toda su vida literaria (incluida su obra maestra: La divina comedia) giró en torno a Beatriz, a pesar de que la vio pocas veces, ambos se casaron con personas diferentes, y ella murió a los 24 años de edad.

Es un hecho atroz: dos de las más famosas parejas de amantes medievales no fueron amantes, no se tocaron un dedo, nunca hicieron el amor. Pero el tercer caso, el de los amantes más desgraciados de todos los tiempos, es una historia de amor-horror tan intenso, que pocas veces puedo recordarla sin espanto.

Abelardo fue un joven y famoso teólogo francés del siglo XII, profesor de la catedral de Notre Dame, en París. El canon de la catedral lo contrató para que diera clases privadas a su hermosa sobrina Eloísa, quien contrario a la costumbre de una época en que las mujeres no iban a la escuela, a los 17 años de edad sabía teología, filosofía, griego, hebreo y latín.

Cometieron el error de enamorarse, a pesar de los planes del tío de Eloísa de casarla con un importante aristócrata. Se fugaron a las tierras de Abelardo en Bretaña, contrajeron matrimonio y tuvieron un hijo. Sin embargo, el tío de Eloísa no pudo perdonar a Abelardo, a quien acusaba de seducción. Para vengarse, este funcionario eclesiástico contrató a un grupo de matones. Entraron de noche a la casa de Abelardo. Mientras dormía, lo sujetaron con las piernas abiertas y lo castraron con un cuchillo boto, a sangre fría.

Una vez pasados los primeros días de dolor insólito, Abelardo comenzó a sumirse en una gran depresión. Miraba en el espejo y veía una abominación, un ser despreciable, algo así como la mitad de un hombre. Eloísa, joven aún, protestaba ante el mundo y ante Dios; se negaba a aceptar esta pavorosa mutilación de su amado y dulcemente le repetía que seguiría queriéndolo toda la vida. Abelardo, finalmente, decidió meterse a monje, a pesar de las protestas de su bella mujer: no tenía sentido permanecer en el mundo.

Este es sólo el comienzo de la larga y muy hermosa historia de Abelardo y Eloísa. Aunque a ella no le quedó más remedio que meterse a monja también, pasó el resto de su vida desesperadamente enamorada de Abelardo. Nunca dejó de amarlo. Tampoco perdonó jamás a su tío, ni a la iglesia, ni a Dios, por la cruel mutilación que le había robado la felicidad. Abelardo más o menos se resignó, se adormeció, llegó a afirmar que su tragedia era un merecido castigo divino: había pecado con Eloísa. A Eloísa, en cambio, le ocurrió lo contrario: cada día se sentía más rebelde contra el mundo y crecía más su angustia. Sus cartas reflejan la desolación de una mujer atormentada hasta el final de sus días. Dice la leyenda que Eloísa, monja y abadesa de su convento, murió maldiciendo a Dios: nunca se resignó a vivir sin su amado Abelardo.

También dice la leyenda que Eloísa, a punto de morir en el año 1164, pidió que la enterraran con su marido, quien había muerto antes. Al abrir la tumba, el cadáver de Abelardo levantó los brazos y abrazó a su querida esposa.

Actualmente estos desgraciados amantes están en el célebre cementerio Père Lachaise de París. A pesar de que han transcurrido más de 800 años, la gente todavía se acuerda de ellos y lleva flores a la tumba. Yo les llevé dos rosas blancas en el invierno de 1985.

Visto el caso de las tres parejas más famosas del medioevo, es inevitable concluir que la Edad Media fue una época bastante excéntrica, y que el amor medieval no hay quién lo entienda. Es decir, las cosas no han cambiado mucho

viernes, 8 de abril de 2011

Tristezas del vampiro


Cubierta de Tristezas del vampiro



Martín Tisera nació por primera vez un 14 de abril del 77. Hasta el día de hoy ha muerto y renacido al menos otras tres”. Así nos presenta Alejandro Altieri al autor en la contraportada de este libro. Martín ha escogido con acierto la mítica figura del vampiro para condensar las ideas y los estados anímicos que se desprenden de sus relatos y poemas.
Hay varias formar de entender el concepto de vampiro. Para unos puede ser el atractivo seductor novecentino que se sirve de su poder de fascinación para encandilar a las víctimas que suponen sus sustento. Martín ha preferido decantarse por su vertiente más melancólica, la de un ser noctámbulo y solitario que rumia su melancolía alejado de un mundo al que no pertenece, afligido por una existencia eterna sin visos de esperanza.
Martín no busca la sangre para saciar su sed, o mejor dicho, su inquietud. Sus versos acuden a las formas de la literatura de terror para reflejar la repulsa y el miedo ante las convenciones sociales y las máscaras que llevamos en nuestro día a día. La serenidad podría llegar a través de una hipotética amada, a la que invoca recurrentemente en algunas de sus líneas.
Derrámate en mí, la sed me lastima. Cuando el anhelo insomne te captura en mi mente devora el silencio cada rastro del mundo.
Los versos de Martín se nutren de la noche, cuando recupera las fuerzas consumidas durante el día que mutila nuestra esencia. Este libro recoge la crónica de estas resurreciones, cuando uno vuelve a su propio ser y viaja por su interior para dar respuesta a sus incógnitas.
El tiempo es otra constante en los poemas de Martín. Un ente despiadado que consume “la ínfima eternidad” de nuestra juventud. Son versos de huida, pero también de enfrentamiento, ante el mundo humano al que nos hemos visto obligados a pertenecer.
El libro se completa con unos pocos relatos en los que el autor aprovecha la prosa para seguir desnudando sus inquietudes vitales. Son textos próximos a la prosa poética, con una acción mínima en los que prevalece la introspección del narrador. Entre ellos se incluye, a mi entender, el mejor texto del libro: ‘La prisión’. En él, Martín deja claro que la evasión y la imaginación son mucho más poderosas que la realidad. Recoge, en cierto modo, la esencia del libro.
A continuación podéis leer uno de sus poemas, dedicado a Nuestra Señora de las Tinieblas:
"Joven susurro de la negra demencia,
cruel consejera de muertes indignas;
deshacen tus voces la recta creencia,
y en árido suelo conviertes la vida.

Entre tus párpados moran mil tempestades,
una orgía agitada de oscuros demonios;
a tu cetro obedecen estos siervos leales
y con júbilo alzan tu pérfido solio.

Convertida en nigromante te acercaste a mi vacío,
y poblaste con tus artes la nocturna sinfonía;
por erebos distantes erraba enloquecido,
hermético a los ecos que mi nombre repetían."